De madrugada llegaron,
sin ruidos, sin palabras.
Saltan veloces del carro
y con las navajas
de sus madres
van arrancando sin tardanza.
y al carro los echan para su desgracia.
Pasó la mañana entre gritos y risas de los extraños
que tiempo tuvieron incluso de comer sentados.
A la caída del sol se van sudorosos de retirada,
en silencio lloran las madres su desgracia.
La luna triste ilumina la macabra escena
tierra mojada, pringosa de sangre seca.
Ahora amontonados sin cuidado
pisados, desollados, triturados
la sangre derraman para ellos
que guardan con esmero
a que pasen el tiempo
en barricas primero,
en botellas luego.
Al año y medio
granate oscuro
joven, fresco
bebemos
ese vino
nuevo
del
B
I
E
R
Z
O
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