oculta entre pliegues amarillos
de múltiples estados cambiantes.
Te leo y mi ser se funde entre tus palabras.
Escucho el sonido de tu risa y la voz,
inexistente, en cada una de tus frases.
Tu cara se diluye entre ondas y píxeles
para formar al otro lado una calavera,
sonriente, burlona, atrevida, inmortal.
Cantas entre trinos de pájaros azules
emigrando de país en país
en un mundo sin principio ni final.
Te veo en la mañana hablando sin palabras,
cantando sin música, volando sin alas…
Eres la oropéndola que trae alegría
a mi ventana.

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