En ese lugar entre el sumidero y el infinito
allí donde habitan nuestros olvidos,
donde se pierde el tiempo entre remolinos de incertidumbre
y el terror nos tiende su descarnada mano.
Agazapada la locura acecha dormida,
el sopor susurra palabras repletas de dolor,
la meteca luz cubre su palidez por no destacar
y el viciado aire acaricia pesadillas sin nombre.
Es aquí donde nos encontrará
donde el grito no tendrá fin
donde la carne se separará de los huesos.
Los ojos mirarán, una vez más, dentro de nosotros,
las manos asirán el vacio de la materia
el espíritu creará bocetos de pequeños horrores
que reptaran entre la mentira y el rencor,
entre la lujuria y el desengaño,
entre la maldad y la náusea
arrastrándose hacia nuestro particular infierno
La muerte cosechará su cuota de almas impuras
y nosotros vaciaremos la vida en un aullido prolongado
que se expandirá entre la niebla correosa
una triste tarde de invierno.
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