Quiero sentir el fuego,
sentir tus manos
hurgando bajo mi piel.
Tras cada corte,
cada trozo que me arrancas
y deshechas
una parte más de mi
vive independiente,
solitaria y completa
en su mundo,
bajo la herida.
Soy carne, soy sangre...
Tú me das la muerte,
yo regreso a la vida.
Equivocamos conceptos
jugando con lo divino.
No entendemos que,
más allá de la pared,
solo queda el espacio vacío.
Seguimos en esta habitación,
forrada con baldosas
blancas, negras.
Tú calientas el fuego
y yo me acuesto
esperando sentir, de nuevo,
tu mano en mi cuerpo
arrebatándome esas partes
que vuelven, una y otra vez,
a esta espiral infinita.
0 comentarios:
Publicar un comentario