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Cita del día para recordar:

sábado, 26 de noviembre de 2011

Los Tercios.


Ayer le comentaba a mi mujer la noticia que puso nuestro compañero Rafael (Ragumun) sobre la prensa y nuevas tecnologías: “Pasen por el quiosco digital”.
Allí lo pone bien claro, es, por así decirlo, una llamada de atención hacia nosotros: "ojo, aprovechad que esto se os acaba", y eso es lo que debemos hacer aprovechar, no perder el tiempo, abrir los ojos de una vez, dar el golpe en la mesa y reclamar lo que es nuestro; no reclamar lo que no nos pertenece, no perdernos en discusiones ni remontarnos al pasado, sino poner las cosas en su sitio. No busquemos mejoras a largo plazo, no hay ese largo plazo, el tiempo que viene es a peor –ya no hablo de crisis mundiales- porque, aunque cuando los editores vean que el camino de su negocio, como lo tiene ahora estructurado, no va por lo digital mirará nuevas formas de negocio pero quizá no sea retornando al papel.

Dice Rafael que somos la punta de la lanza y sí, lo somos, pero para que una punta sea efectiva tiene que estar afilada, hacer daño, roma no sirve de nada y nosotros no sólo estamos romos sino que encima destemplados y prestos a la rotura.
Somos como los tercios de Felipe II, que sólo con la presencia de las picas hacían huir al enemigo, y por eso el rey se aprovechaba de este miedo. Pero dicha fama les llevó a bajar la guardia y así fueron cayendo batalla tras batalla hasta que quedaron los verdaderos bragados resistiendo por su rey; pero éste, aunque sabía que eran la base de su poder, los abandonó a su suerte porque tenía batallas más cercanas que lidiar y que afectaban a su persona.

Los editores saben que les hacemos falta, que somos un pilar básico de su estructura pero cierran los ojos y siguen cargando el peso sobre nosotros porque también han hecho sus cálculos de estructura y saben que aunque la fuerza nos resquebraje y lleguemos a rompernos, el edificio seguirá en pié soportado por otros pilares y, si han de quitar peso en él, lo hacen y punto.
No les preocupa, no les preocupamos, han visto -mejor creído ver ya que las cifras y datos lo demuestran- que con el tiempo les va a llover buenos ingresos a través de las nuevas tecnologías, no se han dado cuenta de que las nuevas tecnologías lo que hacen es facilitar las labores y, aunque reducen costes, también reducen ingresos.
Todavía creen que la nueva revolución en la literatura (por llamarle de algún modo a lo que ellos hacen) será como el gran paso de la imprenta. No, no es lo mismo.

La imprenta sacó los libros de los monasterios al pueblo, acortó los tiempos de producción, generalizó la creación de libros. Pero eso no significó que el libro se hiciera popular, que en cada casa hubiera un libro, que el libro fuera sencillo de adquirir, no, eso llevó su tiempo y una de las causas que lo retrasaban era la cultura, o mejor dicho, incultura de la época.
Hoy el libro electrónico (e-book para acortar) no es la imprenta de Gutenberg. El libro (de papel) ya está en la calle, el e-book nace para bajar costes y propagar la propia cultura, el saber y los conocimientos.
El e-book es en los libros como la codificación mp3 en la música, algo que ha sido creado por el mismo pueblo para beneficio del pueblo. Tanto uno como el otro (e-book/mp3) salieron de desarrollos de la gente no de editores o discográficas y, cuando estos se han dado cuenta, ha sido tarde para poder encauzarlo ya que –pilar básico de la informática- el código fuente es de dominio público o bien de terceros no relacionados ni con la música ni con la edición y eso hace que nunca tendrán la posibilidad de cortar la multitudinaria difusión y obligar a pagar por ello.

Ponen de ejemplo el sistema de Spotify, mal ejemplo ya que Spotify ha bajado de visitas espectacularmente a causa de las restricciones de sus escuchas. También es otro ejemplo de cómo en Internet no sirve para tener grandes ingresos –como sí pasa en el papel- recurrir a la publicidad; no, en internet la publicidad ya no es la gallina de los huevos de oro, hay demasiada competencia y peces muy grandes que tiene en su poder ese caramelo y al que ellos sólo pueden alcanzar a dar pequeñas lametadas de vez en cuando. Por eso se lanzaron unos a hacer negocios con otras compañías ya veteranas en la informática (como Appel) mediante aplicaciones, pero claro, el problema estaba –como dicen ahí- en que no se llevaban ellos el pastel y no tenían el caballo cogido por las riendas (como en nuestros negocios) con lo cual estaban, por así decirlo, vendidos y sin un futuro cierto con posibilidad de que cambiará en cualquier momento, sin contar que las aplicaciones siempre son factibles de duplicar, liberar, propagar. Otros se lanzaron a la aventura en solitario poniendo su publicación a disposición de cualquiera esperando que fuera como en el papel y que la publicidad abriera los ojos como platos ante la “ingente cantidad” de visitas, sin darse cuenta de que hay infinidad de páginas que tiene muchas más visitas que ellos y los ingresos por publicidad no son, ni por asomo, tan jugosos como en el papel.
Otros, por desconocimiento o avaricia –para mí esto último- se han lanzado desde el primer momento a cobrar esperando o creyendo que su oferta es algo “indispensable” y no accesible por otros medios.
Han caído unos antes, los que llegaron primero, y otros lo harán más tarde, los últimos pero ninguno aprende la lección.

La moraleja de todo esto, o lo que nos debería abrir los ojos a nosotros, es que nos muestran que están acostumbrados a que ellos sean la cabeza y lo que hay en medio sólo sea un mero móvil desde el cual conseguir llegar a su meta, el cliente. Móvil que no es importante, que no hay que cuidar, que sólo sirve para eso, que hay muchos y encima prescindibles.
No se dan cuenta de que cuando le cortas la cabeza a una gallina el cuerpo aún es capaz de recorrer un trozo del camino, pero la cabeza cae al suelo donde está sin posibilidad de avanzar ni un centímetro.

Al imperio del cual decían que nunca se ponía el sol, le llegó el día que apareció con niebla. Tan confiado estaba el rey en sus tropas que no se preocupó de mantener o escuchar consejos.
Por otra parte sus soldados confiaban tanto en sus fuerzas, sus capitanes y en su rey que, por muchas misiones suicidas que les mandaran, se creían inmortales. Por eso no vieron cómo llegó la noche y, aunque presentían el peligro, ninguno se puso a resguardo. No hubo vigilantes que vocearan, no hubo capitanes que fueran en cabeza y, tras la noche, la mañana los sorprendió dormidos entre la niebla, perdidos unos al lado de otros y ciegos; el enemigo los aniquilo y doblegó como espigas maduras golpeadas por la vara de un niño. Ahogados en su propia sangre quisieron gritar, pero ya era tarde.
Cierto es que muchos consiguieron huir y salvar sus vidas pero para empezar de cero, ni tiempo tuvieron siquiera de coger sus calzas, sorprendidos como fueron en sus camastros.
Y los que quisieron resistir el envite por su emperador, lo hicieron con honor más sin esperanza. Sobre sus cadáveres crecieron nuevos pueblos y fueron olvidados.
El rey murió de viejo en su lecho, entre sábanas blancas y mantas calientes, rodeado de los suyos y sin dedicar ni un solo pensamiento o recompensa a aquellos que todos los días se enfrentaban a la muerte por conservar su imperio.

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C. Archie Danielson

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