...será entonces cuando miles de muertos se alzarán de sus tumbas para pedir su compensación en sangre que aquellos indolentes les negaron en vida. Y así, fortalecidos en la fragilidad de sus pétreos huesos, vaciarán la emponzoñada tierra. La desolación traerá gélidos vientos. Brotarán Edelweiss donde un día hubo desiertos y los líquenes morarán en los corrompidos salones de la opulencia.
La muerte descansará, Caronte no atravesará nunca más las aguas. Varada está su barca en los resecos limos del vacío Aqueronte.
Como eternas nieblas impuras, condenadas almas, vagarán entre el silencio del caos y el hedor de la podredumbre, esperando… ese nuevo día.
Pedro Martínez Manjarín © 2012 texto.
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