El crepúsculo da paso a la noche oscura, fría.
Humedad del ambiente,
olor putrefacto de cámaras vacías,
piedras grises huecas,
tierra desierta.
Corazones duros como roca,
almas atormentadas,
diluyéndose en gotas de agua
vuelan con ráfagas de viento,
solas,
desterradas.
Se van a través de las ventanas,
desaparecen.
Siempre olvidadas.
Agua,
viento
… Nada.
En el frio de las cámaras
la piedra es luz apagada,
miseria de muerte sin esperanza.
Y otra vez los llantos.
Llantos que claman ausencia
y rompen el silencio de muerte
acariciando la sucia mortaja.
Y, por fin, ¡paz!.
En la tierra destruida,
asolada,
ya no queda esperanza.
Hace tiempo que la abandonó
la última alma.
El crepúsculo da paso a la noche,
oscura, fría, callada.
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