Soledad de un mundo gris,
que condena tu belleza perdida,
me arrastras, pecadora lujuria,
amante de mortal carne ajada.
Yazco a tu lado, frío y pálido,
entre flores marchitas y aguas estancadas.
Déjame perderme en tus apagadas pupilas,
absorber tu delicado aliento,
olvidar todo lo que queda fuera
del palacio que acoge nuestros huesos.
Amarnos eternamente,
tendidos entre cirios,
y en silencio.
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