Dime que tu delirio agónico
no es más que otro momento de placer
sumido en la hecatombe del deseo
extasiada al contemplar el fuego
del atardecer en claro invierno.
Tus ojos en blanco me dan miedo,
reflejan el sol sangrante de este cielo.
A lo lejos un galopé in crescendo
ha quedado en suspenso,
en mis oídos aún retumban sus ecos:
Guerra, Peste, Hambre, Muerte…
Todos enmudecieron tras oír el clarín
llamando al más terrible de ellos,
¡El silencio!.
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