Muerto en la playa siento el embate de las olas, recuerdos de cabalgadas sobre blanca espuma.
Traicioneros sargazos lían mi desgarrada quilla, sufro el olvido del patrón, soy cadáver en tierra.
Uno a uno has quitado mis clavos, con ellos vas arrebatándome la vida.
Asoman demudadas mis cuadernas.
Afiladas costillas portadoras, en otro tiempo,
de multicolores escudos bendecidos por druidas al plenilunio.
Una a una soltaste las maromas de mis velas, henchidas de orgullo,
cuando entre aguas bravas luchábamos contra vientos recios.
Hoy son mortaja de solitaria existencia ocultando miseria y podredumbre.
El destartalado mástil sirve de otero para gaviotas que buscan ávidas los desechos del puerto.
Ya no se posan negros cuervos que imbuían ardor guerrero
a sudorosos marineros moviéndome con golpes de remo.
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